Akbal

La creación en los horizontes de las pupilas del mar en silencio
La libertad del alma que late en los crepúsculos
La rueda gira en los laberintos del pensamiento
Morir para el mundo, para vivir en el Espíritu




domingo, 17 de octubre de 2010

La princesa humorcitos

En un reino muy lejano, había una vez una princesa hermosa y simpática hija de un sabio Rey. Todo era felicidad en aquel reino hasta que una vez aquella princesa dejo de reír pero no solo eso, sino que también se volvió una persona de muy mal humor. Protestaba por todo, si le llevaban leche caliente gritaba que la quería fría, si le tapaban los pies porque hacía frío, gritaba histérica que se acaloraba. Total que nada ni nadie la daba gusto a la princesa, así que todos en el reino la empezaron a llamar la princesa humorcitos.

Su padre, el sabio rey mandó llamar a todos los hechiceros de la corte, a todos los magos, los bufones y los arlequines, para ver quien de ellos podía lograr que la princesa volviera a la normalidad, sin embargo nada parecía surtir efecto, por más que intentaban nada la hacía ser feliz y sonriente como antes.

De entre todos de pronto, apareció un vagabundo, con las ropas roídas y sin zapatos. Se acercó al rey y le dijo - ¡Yo lo lograré!- .  Así que sin esperar más se aproximó a la princesa, la tomó por los pies y le quitó los zapatos y fue en ese instante que pasó lo que nadie pensó jamás que pasaría…

La princesa humorcitos tenía pies de iguana, en ese momento se dieron cuenta que no se trataba de la verdadera princesa, sino más bien de una bruja impostora. Los guardias del reino se apuraron en capturar a la embustera para después interrogarla. Para que hablará se le aplicaron esencias aromáticas deliciosas hasta que por fin confesó la verdad. La princesa se encontraba en un lugar muy lejano y difícil de hallar, según dijo, estaba custodiada por algo horripilante que nadie podría vencer jamás. Aquella cómplice del mal mencionó que nadie la rescataría nunca. Entonces el rey llamó ahora a todos los guerreros, a los hombres más valientes del reino para ver quién de ellos aceptaba el reto. Pero al saber las condiciones que la bruja había narrado, todos ellos salieron del palacio aterrorizados por lo que les podría esperar. Quedó un solo hombre de entre todos, el que parecía el más insignificante: el vagabundo. Él le dijo al rey que costará lo que costará rescataría a la princesa, así tuviera que morir intentándolo.

Partió inmediatamente sin rumbo fijo, solo con la guía de su intuición. El pueblo entero se reunió a despedirlo y fue entonces cuando el mago más anciano del reino le dio una varita. Así que aquel hombre valiente, salió del pueblo para hacer frente a cualquier cosa.

Caminó por días enteros, por colinas inclinadas, por lugares oscuros y misteriosos, por senderos en los que nadie había dado antes y lugares de los que se decía nadie regresaba jamás. Justo cuando el cansancio parecía vencerlo, vio entonces lo que nadie jamás pensó que vería…

Un enorme dragón, lleno de escamas por todo el cuerpo que custodiaba el mundo de las brujas. El vagabundo sabía que ese era el guardián que tenía que enfrentar. Así que sin más, se le echó encima. Entonces el dragón lo atacó con sus ráfagas de fuego, hasta que logró acorralar al vagabundo entre sus garras gigantescas. En ese momento el vagabundo se creía perdido, pero recordó en el instante la varita que la había regalado el mago, así que hurgó por un bolsillo y nada, hurgó por el otro y nada, hurgó en su chaqueta y nada, y fue así que supo que no saldría de allí. Recordó que la varita la había dejado en un poblado que pasó y la había cambiado por un tamal de dulce porque tenía hambre. Entonces pasó la que nadie jamás pensó que pasaría…

El vagabundo perdió el miedo, se levantó decidido a acabar con el dragón y al mirarlo fijamente a los ojos, el dragón comenzó a incinerarse hasta que la princesa salió expulsada con fuerza de sus entrañas, llena de baba dragón.

Después de que la fiera quedó reducida a cenizas, el vagabundo fue a levantar a la princesa.

Así emprendieron el largo camino de regreso. Caminaron por días enteros, por colinas inclinadas, por lugares oscuros y misteriosos, por senderos en los que nadie había dado antes y lugares de los que se decía nadie regresaba jamás. Hasta que por fin llegaron victoriosos al reino.

El rey, feliz por el regresó de su hija la princesa, celebró junto con todo el pueblo con manjares deliciosos, con vinos espumosos y bellas melodías. Pero debajo de la falda de la princesa se asomaron unas escamas feas y enormes y fue justo entonces cuando pasó lo que nadie jamás pensó que pasaría…

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