El tiempo, entidad destructora que nos despoja de la tersa apariencia.
Fenómeno inevitable y complejo que a pesar de su poder, no hace que el corazón
se vea perturbado. El tiempo, una ilusión de la edad depravada.
Los ideales de los verdaderos revolucionarios,
no terminan con el aumento de los años a su existencia, sino que los sueños
también se transportan a otros ámbitos de lucha. Los sueños son para nosotros,
referentes eternos. En la lucha estudiantil, aunque lleguemos a tener 4, 000
años como se dice que vivó Matusalen, seguiremos presentes. Con voz, carne,
letra, arte y sangre.
Se apuesta porque el tiempo aniquile a aquellos que hemos peleado por
condiciones sociales justas, por una educación gratuita y de calidad. Esperan
que nos alienemos en la vorágine de la necesidad material, que nuestro corazón
olvide, que nuestra voz se apague. Pero aquellos se equivocan. No tendremos
rencor, pero tampoco olvido. Somos estudiantes que tenemos memoria. Nuestra Alma Mater está tatuada en el viento que
respiramos.
Ese demonio del tiempo, citado al inicio de estas líneas, corre vertiginoso
por las aceras de nuestras vidas. Cuando volteamos, nos damos cuenta que las
manecillas han avanzado, mientras en nuestro corazón existe aún la rebeldía, la
resistencia. Las personas alrededor piensan, que esa rebeldía, se debe a un
proceso “juvenil”, a un reflejo de inmadurez que con los años termina. Piensan
que la postura “idealista” o “romántica” cuando llegan los años culmina, pero
ignoran que no se trata de una moda, sino más bien es una forma de existir, de
habitar el mundo. ¿Y cuál es esa forma? La manera de buscar el bien común, un
lugar donde todos tengamos un lugar digno, respetando las diferencias que nos
hacen únicos y en este universo, con apariencia utópica, donde también está
contemplado el acceso libre a la educación pública, gratuita y de calidad para
todos, porque la educación no es un privilegio ni un favor del gobierno, sino
un derecho humano fundamental.
La
educación es para ser libres en la mente y en el corazón, no para aspirar de
forma egoica a enriquecernos con un salario ostentoso, sino que el Universitario
exitoso es aquel que con los conocimientos adquiridos se transciende a sí mismo
ayudando a los demás, porque la educación que la UNAM nos ha dado, tiene un
alto sentido humano aunque muchos lo olviden.
Pronto serán ya catorce años, que inició en nuestra Universidad, una
huelga que fue la respuesta ante la imposición de pagos, avalados de variados
argumentos tecnócratas y neoliberales. Pero los que en piel propia, vivíamos la
realidad de ser estudiantes, la mayoría de familias modestas, sabíamos que la
realidad era muy diferente.
Se
buscó en su momento tener un diálogo con las autoridades, las cuales reaccionaron
con indiferencia, mientras tanto la organización estudiantil se democratizaba
de forma importante por medio de las asambleas estudiantiles. A la par se veía
el aparato represor de las autoridades, con sus grupos de trabajadores intimidadores
y grupos porriles. Pero también estaba el sacrificio sincero y honesto de muchos
compañeros, que arriesgando incluso su vida, luchaban con todo su ser por el
derecho a la educación para todos. A ellos, a esos Universitarios, mis más
sinceras y eternas, gracias.
Errores del movimiento estudiantil, fueron muchos, pero que se lograron
aspectos importantes como detener la intención de comenzar a desmantelar la
educación gratuita, fue algo que considero importante.
En las guardias en los planteles, el miedo era algo que nos rondaba las
espaldas. Helicópteros militares sobrevolando para intimidarnos supongo y para
obtener información, pero quiero pensar, que el latido de nuestros corazones
por condiciones justas de educación, era tan fuerte, que los hacía desaparecer
en el cielo y no bajar a reprimirnos.
Todas estas cosas, son desconocidas por muchos, y muchas otras cosas que
yo mismo desconozco. Parece a veces que los estudiantes Universitarios
actuales, han olvidado uno de los movimientos por los que se encuentran ahí. De
no haberse hecho ese movimiento, la gran mayoría no estaría en la máxima casa
de estudios como hoy en día lo está. Creo que debemos de tener memoria de los
movimientos estudiantiles, los cuales por medios de sus logros muchos hemos
accedido a la educación. Y fuera de las aulas, tenemos la obligación no moral,
sino existencial, de hacerle honor a nuestra Casa de Estudios la UNAM, con una
postura crítica, con un sentido social y humano y siempre en beneficio de nuestra
sociedad y no convertirnos en verdugos del pueblo o integrarnos a la maquinaria
de la barbarie.
Algunos de nosotros, no tenemos precio, algunos de nosotros que vivimos
aquello, aun amamos, aun vuela en lo más profundo de nosotros, el hacer de
nuestro país, un sitio mejor desde donde habitar el mundo.
En un aspecto muy personal, quizá parte de lo que digo, tenga que ver
con un amor muy grande hacia mi hogar, hacia mi casa, hacia mi morada, unos de
los lugares más bellos de este planeta, la tierra rebelde de la UNAM.
Namaste.
Christian Estevez- Akbal3
Filósofo
Promotor Cultural y de la Lectura
Artista Multidisciplinario
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